En la época actual, se suele asociar la comunicación con procesos de modernización, desarrollo de las tecnologías de la información y omnipresencia de los medios de comunicación. También se relaciona la comunicación con la sociedad de mercado, el marketing y la propaganda. Frente a esto Botero Montoya (2006) expresa que:
La comunicación no se puede asumir desde la concepción instrumental y positivista, influenciada por la teoría matemática y el racionalismo de operaciones y de sistemas que reduce el concepto a la transmisión de mensajes, es decir, al concepto de información (dar forma) y al esquema de transmitir señales, mediante un código común entre emisor y receptor. (pág. 9).
Tampoco se puede continuar promoviendo la comunicación como herramienta exclusiva al servicio de los intereses del capitalismo, la globalización neoliberal, el autoritarismo o el militarismo. Desde otro punto de vista, comunicar implica colocar en común, compartir, dialogar y construir de manera colectiva los sentidos y significados de la vida en comunidad.
De acuerdo con Gumucio Dagron, la comunicación, como el agua, es uno de los elementos más importantes en las relaciones humanas, “es el fluido de símbolos que permite relacionarnos, mantener diálogos y establecer solidaridades” (Gumucio Dagron, 2009, p. 36). En este sentido, la comunicación es sinónimo de encuentro, ya que facilita la convivencia, el intercambio de sentidos y el fortalecimiento de los vínculos. Así mismo, la comunicación es expresión colectiva y simbólica, pues motiva la construcción de referentes comunes frente a la humanidad y la naturaleza.
En los pueblos indígenas, por ejemplo, se puede observar como la comunicación se “basa en la tradición oral, los saberes, los consejos, prácticas y enseñanzas ancestrales que transmiten los mayores a sus hijos y nietos, una comunicación simbólica, que se da a través de los tejidos, las pinturas, las artes, la música y la danza” (ACIN, 2010); además de comprender una relación especial con la naturaleza donde está presente la comprensión e interpretación de aspectos como “los sonidos del trueno, las formas de las nubes, el canto de las aves, el sonido del agua, el viento, la lluvia, el sol… elementos presentes en cada uno de los momentos de la vida y de la historia” (ACIN, 2010).
Teniendo en cuenta lo anterior, hablar de comunicación popular implica visibilizar las expresiones vivas, colectivas y simbólicas, los diálogos, los encuentros y las interacciones que se generan en los procesos de construcción de vínculos comunitarios. Es así como la Comunicación Popular se constituye en el proceso colectivo de intercambio y generación participativa de información, signos y símbolos entre seres vivos, en pro del fortalecimiento de los movimientos sociales, la resistencia a las lógicas de dominación y exclusión, la recuperación de la memoria, las transformaciones sociales y las luchas por la vida digna.
La comunicación popular significa compartir las ideas y pensamientos de las comunidades a través de la palabra hablada y escrita, de las acciones convertidas en gestos, rituales y prácticas. La comunicación popular no es otra cosa que la puesta en común del pensamiento y la acción que se construyen siendo y estando en comunidad. Las memorias y saberes, las prácticas, las culturas, las identidades, las economías, las políticas, las cotidianidades de un colectivo se hacen palabra y acción cuando son las mismas personas de dichos grupos, organizaciones o comunidades quienes generan los mensajes e informaciones sobre los temas de interés, cuando son ellas y ellos quienes cuentan sus versiones de las cosas, cuando se hacen protagonistas de las historias, cuando comparten a través de sus medios, canales y productos comunicativos, generando insumos y propuestas para el diálogo con otras y otros.
En América Latina la comunicación popular tiene sus raíces en las luchas por la comunicación participativa y la comunicación para el cambio social, que se gestaron a finales del siglo XX, cuando primaban formas unidireccionales, verticales, colonizadoras y descontextualizadas de referirse a la realidad de las periferias rurales y urbanas. Desde allí, lo popular y lo comunitario se comenzó a expresar como vos de las comunidades oprimidas, que se hacen sujetos históricos y lideran sus proyectos de transformación social.
La comunicación popular late desde abajo y a la izquierda, desde el barrio y la vereda, en sintonía con las organizaciones y movimientos sociales, indígenas, campesinos, afrodescendientes y urbano populares del mundo. La comunicación popular enarbola las banderas feministas, las luchas por los derechos de la niñez y la juventud, las diversidades sexuales y culturales, las economías propias, la cultura libre, el tratamiento no violento de los conflictos y la construcción de paz, entre otras reivindicaciones.
En esta vía, las comunicadoras y comunicadores populares facilitamos e impulsamos una serie de herramientas comunicativas y mediáticas a través de las cuales la comunidad se expresa, dialoga, se hace consciente de sí misma y de la realidad que la rodea, de las condiciones sociales que la asfixian y de sus posibilidades de transformación. Para una comunicadora o comunicador popular, la Comunidad es protagonista de la comunicación, emisora, receptora y canal vivo de los procesos comunicativos. En otras palabras, una comunicación popular como testimonio y narrativa común de las experiencias de organización comunitaria, acción colectiva y proyección de la vida en sociedad.