Es una herramienta que ha pasado de ser un proceso de reflexión y producción de conocimiento con y desde las personas, a convertirse en un acto político que busca la reivindicación del territorio, que más allá de lo geográfico, puede leerse desde distintas perspectivas como el cuerpo, la memoria y la violencia, entre otras.
En este sentido, la representación del territorio vivido, habitado y percibido tiene múltiples formas de narrarse, estas van desde el texto, la imagen y los símbolos, las cuales permiten que aflore un abanico de posibilidades para su interpretación.
Al igual que en el conocimiento científico, no es posible determinar una verdad absoluta en relación con el territorio, por el contrario, su riqueza está en la diversidad de significados. Por ello es relevante la interacción social que se logra y se promueve como estrategia para su construcción; de allí pueden surgir múltiples representaciones gráficas y simbólicas de lo que es el mundo real.
La cartografía social se expresa a través del mapa, el croquis, la maqueta como herramienta para obtener información geográfica. Sin embargo, puede a su vez ser un dispositivo de memoria colectiva, de experiencia corporal, sensitiva y política. Y como mapa conserva la intencionalidad de transmitir un mensaje el cual puede estar anclado a la interpretación, a la confrontación o a la verificación de una realidad dada. Sin duda la cartografía desafía el orden metodológico y político, pues no reconoce la realidad como algo que ya está dado, sino que por el contrario será siempre susceptible de describir y narrar.
Si bien es cierto existen muchas formas de leer el espacio a partir de dispositivos tecnológicos, con los cuales a su vez se hace alarde de un criterio de objetividad en tanto su carácter científico, no es posible pasar por alto que las divisiones geopolíticas tienen una perspectiva positivista nada humanista, que, pese a que buscan expresar cierta neutralidad, en su inmensa mayoría cumplen un cometido impositivo para leer el mundo, de manera que éste se conciba de una manera única y lineal.
La cartografía social se apoya en enfoques de investigación cualitativa como la investigación acción participación en tanto promueve un ejercicio horizontal, transformador y emancipatorio con las personas que la realizan, pero además dialoga con los postulados filosóficos de la educación popular en tanto incentiva la lectura sociocrítica del territorio como resistencia a los modelos dominantes. Se apoya en el enfoque multidimensional y poblacional para entender desde dónde se construye, pero también las posibles dimensiones que en el convergen.
En consecuencia, la cartografía social disrumpe con la lectura homogénea y totalizante del territorio y de quienes lo habitan, pues la trayectoria de las personas que lo trazan de manera imaginaria, textual o gráfica, pone en evidencia los contrastes que surgen de la lectura intersubjetiva del mismo a partir del trabajo colaborativo participativo.
En la cartografía social, la comunidad es parte vital para su realización, pues de esta interacción se obtiene un conocimiento integral entendiendo todas las variables que lo componen y permitiendo con ello la construcción de cartas de navegación para entenderlo, apropiarlo y reivindicarlo. Cartas de navegación que en un sentido más técnico responderían a modelos de planeación social que no solo aportan a la pedagogización del territorio sino a su proyección y reconocimiento.