El concepto de Memorias en diálogo reivindica la construcción de referentes y conceptualizaciones sobre la memoria que emerjan de los saberes y las experiencias vivenciales que desarrollan las organizaciones sociales en los territorios, desmarcándose de esta forma de las visiones hegemónicas que definen el concepto de memoria desde ámbitos institucionales y académicos que generalmente marginan y desconocen las reflexiones con sentido local.
El concepto invita a rescatar la importancia de promover el reconocimiento de nociones emergentes que aún no son visibles en la agenda nacional de construcción de paz, destacándose los conceptos de paces plurales, paces desde el barrio, memorias localizadas, y acuerdos desde el barrio, reconociendo los siguientes ámbitos para la construcción de la memoria local[1]:
La memoria como acción de resistencia: Reivindicaciones de la memoria como proceso y forma de lucha comunitaria, como alternativa para la construcción de identidad y arraigo territorial, abarcando infinidad de sentidos reivindicativos, en los que se reconocen y abrazan las luchas por las memorias de las víctimas de la guerra, las memorias de los movimientos por la dignidad, las memorias que nos ayudan a tejer los hilos des-tejidos por las violencias, las memorias de la organización comunitaria que aportaron a la construcción autogestionada de los barrios.
La memoria como construcción retrospectiva: La memoria se construye con la gente, es una retrospectiva de la paz encarnada en personas y procesos que generaron verdaderas alternativas de convivencia en medio de la guerra histórica en los barrios, la memoria es itinerante, pero también es localizada, tiene arraigos, raíces históricas que no pueden ser invisibilizadas por los nuevos relatos de la paz.
La memoria como narrativa social: La memoria es la voz de las comunidades, su propia narración. Representa la diversidad y heterogeneidad de los relatos desde los cuales se documenta el sentido y el valor histórico de las luchas sociales. Por eso la recuperación de la memoria requiere la participación y el reconocimiento de grupos y sujetos que hacen memoria desde contextos diversos. La memoria es en la actualidad un escenario de disputada, de tensiones, porque hay intereses políticos mezquinos que solo pretenden imponer un único relato. Los actores territoriales resisten al poder del gran relato desde los saberes locales, interpelando las narraciones hegemónicas desde la creatividad, apropiando múltiples dispositivos y formatos para poner en circulación la memoria, para que fluya y se propague.
El derecho a la memoria: Se reivindica el derecho a hacer memoria, a reconocer los aportes como organizaciones y procesos sociales para la transformación de la realidad de los territorios y para construir condiciones de equidad y justicia en las comunidades no desde discursos de paz, sino desde experiencias de vida, de unidad y de trabajo articulado desde los movimientos comunitarios de base.
La construcción de la dimensión simbólica de la memoria: Desde las reflexiones sobre la memoria, pretendemos incidir en la transformación de los simbólicos de la guerra. Allí donde surgen procesos fuertes de construcción de memorias, las comunidades encuentran fortaleza para rechazar la guerra y el accionar de los grupos armados. La memoria incide positivamente en la construcción de imaginarios sociales que contribuyen a instaurar nuevas subjetividades que desestimen las prácticas violentas y potencian la solidaridad y el afecto, proponiendo escenarios de esperanza para el porvenir.
[1] Retoma elementos del manifiesto por las memorias comunitarias realizado por el proceso de Memorias en Diálogo en noviembre del año 2016.