El pluralismo epistemológico parte de una convicción política: ningún sistema sociocultural, científico, económico o tecnológico es por sí mismo capaz de responder a la complejidad de preguntas que provoca la existencia en el universo. Se trata de una convicción política ya que se opone a que una sola forma de pensamiento se imponga sobre las demás como única, verdadera, válida y universal, proponiendo a su vez el diálogo como forma de coexistencia entre las diferentes formas de comprender la realidad, producir saber y en correspondencia, desarrollar prácticas sociales. Esta forma de diálogo que propone el pluralismo epistemológico no está pensada exclusivamente para el consenso, por el contrario, se plantea como una forma de interpelación entre las diversas formas de pensar, ser y estar en el mundo, en consonancia con aquello que puede ser más acorde con la construcción de un modo de vida colectivo y en sintonía con todas las formas de existencia. Es por eso, aunque los pluralismos epistémicos serán siempre el reflejo de campos de saber en disputa, esto no quiere decir que sean escenarios irreconciliables, se trata más bien de una búsqueda permanente y también inacabada de comprensión de la realidad a partir de diferentes lugares de enunciación.
Al referirnos a formas diversas de pensar como pluralismos epistemológicos, estamos hablando de las incontables representaciones que como culturas, sociedades, poblaciones, etnias, comunidades, colectividades, organizaciones, instituciones y subjetividades tenemos de todo aquello que existe, incluso de aquello que creemos está más allá de nuestra comprensión y de la forma que nos relacionamos con ambas. Es por esto por lo que se plantea como un principio aspiracional del pluralismo epistemológico el reconocimiento de todo saber en tanto espacio de interpretación, aprendizaje y comunicación, es decir, como una posibilidad para pensar desde otro lugar, otra condición, otras coordenadas. Incluso en aquellos casos en los que los saberes atentan contra la vida misma y la existencia, la aproximación comprensiva y sin reduccionismos puede proporcionarnos una interpretación de aquello que los funda y quizá la posibilidad de transformación.
Desde el reconocimiento de las pluralidades epistemológicas no siempre será fácil e incluso posible lograr cambiar aquello que daña y atenta contra la existencia, pero sí será una exigencia comprender para no desresponsabilizar ni excusar frente al daño. Este segundo principio aspiracional implica que el reconocimiento de otros modos de pensar y actuar, no es siempre directamente proporcional a su aceptación y que las disputas que implica el reconocimiento están también asociadas a la identificación de aquello que menoscaba las condiciones de existencia colectiva; lo que implica que el reconocimiento no es un acto neutral, ingenuo, pasivo y lleno de relativismos, conlleva la aceptación de ese modo de pensar y actuar, en función de su capacidad para proteger la vida de toda forma de existencia en condiciones de dignidad, justicia y libertad.
Es por lo anterior que referirse a pluralismos epistemológicos, involucra también el reconocimiento de los pluralismos ontológicos, es decir, aceptar que existen diferentes formas de pensar y representar la realidad, involucra también el reconocimiento de diversas formas de existencia, de ser y de habitar. Esta conjunción entre pensar, representar y ser es el fundamento de la acción y de toda práctica social, de ahí que no sea posible reconocer las pluralidades de pensamiento, sin invocar lo que ellas reflejan de las pluralidades de prácticas sociales.
Finalmente, podemos afirmar que los pluralismo epistémicos y ontológicos son también una disposición ética y política que nos define como sujetos, en tanto asumimos la complejidad de la existencia como un desafío comprensivo que nos permita la construcción de lo común.