Los territorios rurales son entramados de paisajes naturales y culturales, conocimientos, sentires y prácticas de las comunidades que los habitan. Son espacios de arraigo para la conservación y el Bien Vivir de las comunidades.
Nadie ama, cuida y defiende lo que no conoce y por tanto el primer desafío es conocer lo más posible el territorio que habitamos para redescubrir y revalorar su patrimonio natural y cultural, potenciar la identidad, el arraigo, su conservación y el Bien Vivir de las comunidades.
El territorio, del cual somos parte, es local y permite cosechar, procesar, intercambiar, cocinar, construir la vivienda, sanarnos; también logra poner ritmo propio a nuestras alegrías y tristezas, por ello, lo local es un principio ecologico, pues resulta anti económico y anti ecológico, por ejemplo, que los alimentos recorran grandes distancias como sucede ahora en la globalización del mercado.
La parcela es el territorio inmediato, como aquello sobre lo que tiene control y donde sucede el quehacer cotidiano las familias rurales. Se trata del espacio familiar donde se integran saberes y haceres (saber hacer) en pro del bien vivir, donde se integran dinámicamente el agua, el suelo, los micro organismos, las plantas alimentarias, condimentarias y medicinales, los árboles, los parches de bosque, la fauna doméstica y silvestre, el clima y sus ciclos.
A este propósito son importantes los aportes del enfoque de crianza reciproca de los pueblos originarios de los Andes. Esta forma de ver la vida se rige por varios principios como:
- Todo en la naturaleza tiene que ver con la vida de todos
- El respeto por todos los seres de la madre tierra (ríos, piedras, cerros, fauna, plantas…)
- La equivalencia: la persona humana está al mismo nivel que las demás forma de vida
- En la chacra o parcela se busca la convivencia de una gran diversidad de especies y semillas
- La crianza reciproca: “así como nosotros criamos los cultivos y ganados en familias, así ellos nos crían a nosotros”
- La chacra es el espacio donde se crian todas las formas de vida silvestres y domesticadas y los animales silvestres también cultivan y todos deben contribuir a la regeneración de la madre tierra cuidándose entre sí como una gran familia
- La reciprocidad: el gusto de dar y de criar con cariño
El Bien Vivir es un acto de soberanía existencial en un territorio concreto, esto implica ejercer soberanía territorial para hacer posible el enraizamiento y “florecimiento” de la vida en este. Implica también el cuidado y defensa de los bienes comunes, como: el paisaje -que cada vez toma más importancia no solo para el uso del ecoturismo y turismo rural campesino, sino como parte del bien vivir de las familias locales-; los páramos y fuentes de agua que son ecosistemas vitales y estratégicos para los sistemas de vida; los bosques alto andinos, el clima, las semillas campesinas, criollas y nativas que en su gran diversidad de formas, sabores, colores, nutrientes y capacidad de adaptación y todo el conocimiento ancestral asociado a ellas, aseguran la autonomía alimentaria y el disfrute de la comida y que son patrimonio de los pueblos agrícolas.
Implica también la resistencia frente a la minería depredadora, los agro-tóxicos y las semillas transgénicas. Finalmente, la relación con el patrimonio natural del territorio y el Bien vivir nos plantea ahora alguna forma de retribución ciudadana e institucional por los servicios ambientales de los agro y ecosistemas presentes gracias al esfuerzo ancestral de conservación que han hecho las comunidades locales.
Elementos de infraestructura, como vías carreteables y caminos, centros de encuentro, escuelas que también son bienes comunes. Frente a este patrimonio también se requiere una dinámica de cuidado y defensa para ejercer soberanía.