Los colectivos de comunicación no son la suma de las individualidades; constituyen un cuerpo de poder que hace ser, hace hacer, hace sentir, hace transformar; juntos logran lo que no podrían hacer como individuos. Sin embargo, el colectivo detona las búsquedas individuales, el deseo y la voluntad de saber, para aportar, para mantenerse, para fortalecer procesos colectivos. Las aspiraciones individuales se articulan con los desarrollos y los logros del colectivo. Los jóvenes que integran los colectivos encuentran en estos escenarios referentes de identificación y de acción; modos de relación; prácticas y experiencias que los motivan, al tiempo que les ofrece un horizonte de acción diferente a los combos o bandas del narcotráfico.
De este modo, podemos afirmar que, el comunicador comunitario se constituye como tal a partir de la dialéctica entre lo constituido y lo constituyente; los colectivos de comunicación ofician como horizonte de constitución de una identidad que puede definirse en torno a los saberes que porta y que agencia el actor; las aptitudes (conjunto de habilidades y de capacidades) que determinan lo que puede ser y hacer; las capacidades de relacionamiento en contextos de marginalidad. Estas capacidades configuran un juego de posibilidades para maniobrar los recursos, reconocer opciones y trazar rutas de acción para la movilización y el cambio social. El saber y el poder se rigen, bien por la necesidad que, en el contexto de barrios populares detona las motivaciones de tipo ético; bien por el deseo que detona las motivaciones estéticas.
El comunicador comunitario no emerge de la academia; su horizonte de constitución es el de los colectivos de comunicación que interactúan en los barrios de periferia de Medellín. Sin embargo, esta subjetividad representa una urgencia para la academia, por lo menos si estamos aspirando a que la Universidad recupere la autonomía que ha venido perdiendo, en sus excesivas concesiones a las lógicas del neoliberalismo. Concesiones que han terminado posicionando el paradigma economicista como única opción posible de relacionamiento.
El comunicador comunitario está emergiendo más allá de las pretensiones de la academia, es el sujeto que las márgenes reclaman; pero la academia tiene un gran desafío: potenciar escenarios que fomenten un nuevo paradigma que, cifrado en relaciones de solidaridad, genere espacios para la construcción de formas de relacionamiento en donde tengan lugar la pluralidad, la diferencia, el multiculturalismo y la diversidad no como discurso para encubrir aquello que no se hace, sino como un escenario en el que las prácticas cotidianas son proclives a los ideales de una sociedad más justa y equitativa.