El fenómeno del juvenicidio ha comenzado a instalarse en algunos círculos académicos y sociales en Colombia como una categoría pertinente para comprender los procesos sistemáticos de exterminio y precarización de la vida de las y los jóvenes.
Sin embargo, aún no se reconoce como una práctica necropolítica anclada en la cultura política del país y continúa siendo rechazado por las instancias decisorias de política pública como un debate necesario para ampliar la comprensión de la violencia en el país.